domingo, 22 de mayo de 2016

10 claves para educar a tu hijo

Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres. Y, aunque no existen fórmulas mágicas, sí hay algunas cuestiones clave que tenemos que manejar con soltura. Nunca es pronto para comenzar a educarle. Estas son las reglas básicas para conseguir que tu hijo crezca feliz.

1. Un ejemplo vale más que mil sermones

  • Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.
  • Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa,respetar las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades.
  • De nada sirve sermonear le siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que le piden.
Desde muy pequeños los niños, tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.

2. Comunicación, diálogo, comprensión

  • Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al bebé.
  • Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.
  • ¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú sobre...»? Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.

3. Límites y disciplina, sin amenazas

  • Hay que enseñarle a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas.
  • Tienen que saber lo que ocurre si no hace lo que le pedimos. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes.
  • Es importante que el niño -y también nosotros- comprenda que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos.

4. Dejarle experimentar aunque se equivoque

  • La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero con límites.
  • La sobre protección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos animándole a la queja y acostumbrándola al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.

5. No comparar ni descalificar

  • Hay que eliminar frases como «aprende de tu hermano», «¿Cuándo vas a llegar a ser tan responsable como tu prima?» o «eres tan quejica como ese niño del parque».
  • No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como «siempre estás pegando a tu hermana» o «nunca haces caso».
  • Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero «trasto». Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.
  • Frases como «tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás» transforman su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.

6. Compartir nuestras experiencias con otros padres

  • Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo», pueden ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.
  • Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos nada que perder.

7. Hay que reconocer nuestras equivocaciones

  • Tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje.
  • Una frase sencilla como «perdona cariño, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos bien.

8. Reforzar las cosas buenas

  • Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.
  • Los niños son muy sensibles y los calificativos como «tonto» o «malo» les hacen mucho daño y pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.
  • Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si le premiamos con caricias, abrazos o palabras como «guapo» o «listo», estamos construyendo una buena autoestima.
  • Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.

9. No hay que pretender ser sus amigos

  • Aunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos ser sus mejores amigos.
  • Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección… pero también nuestras normas.
  • Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos imponernos.
  • Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.

10. Ellos también tienen emociones

  • A veces pensamos que solo nosotros nos sentimos contrariados y que los niños tienen que estar todo el día felices. Pero también tienen preocupaciones.
  • Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas. Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que experimenta y siente

Sabías que tus hijos son tu reflejo


 ¿Cuántas veces como padre o madre te has cuestionado cómo es la relación con tus hijos?, ¿Por qué sentimos que a veces hay “algo” que te desagrada de tu hijo, que te saca fácilmente de tus casillas?, ¿Por qué te falta comunicación con tus hijos?, ¿Porqué para algunos padres es tan difícil amar saludablemente a sus hijos?, ¿Por qué te empeñas en cambiarlo a tu manera?…
Los padres proyectan en sus hijos, de manera inconsciente, la parte que no quieren ver en ellos mismos, lo que no aceptan, sus frustraciones y los sueños no realizados. Darte cuenta qué te está pasando con tu hijo te abre la puerta a la posibilidad de llevar una mejor relación contigo mismo y en consecuencia, con él. Pero para reconocerlo es necesario ser valiente, ya que para comprender más a fondo la relación con tu hijo, necesitas conocer primeramente tus mecanismos de defensa, es decir, los medios que utilizas inconscientemente para afrontar situaciones difíciles, disfrazando o rechazando la realidad para reducir la ansiedad que ésta te provoca.
Hablaremos primero sobre la “proyección”, que no es más que la forma de atribuir a otros lo que le pertenece a uno mismo, de tal forma que lo que percibimos de otra persona es en realidad algo que nos pertenece, ya sea algo bueno o malo.
Otro mecanismo de defensa seria la “negación”, que se refiere a no aceptar la realidad, tanto externa como interna, porque resulta amenazante y por lo tanto difícil de reconocer, ya que una vez que se reconoce que existe un problema se debe hacer algo al respecto, y esto implica muchas veces cargas enormes de miedo, culpa, impotencia y tener que tomar decisiones drásticas para las que creemos no estar preparados.
El inconsciente juega un papel muy importante dentro de todo esto, ya que su función es proteger y resguardar todo aquello que nos es difícil o doloroso de enfrentar, es el cofre de tesoros no descubiertos donde se encuentran los recuerdos y aprendizajes, de igual forma, también nos ayuda a cerrar asuntos inconclusos personales y nos puede proporcionar todo el potencial necesario para la sanación y el cambio, siempre y cuando tengamos la disposición de buscar la ayuda que necesitamos.
En toda familia se encuentra el hijo responsable, dócil, maduro, el que no da problemas, y la relación con él fluye muy fácilmente; y está el otro hijo que es lo contrario: rebelde, voluntarioso, desobediente e irresponsable, y nos es muy difícil tener una buena comunicación con él. Este hijo es el que nos hace madurar, aprender y crecer como persona, el que nos hace buscar ayuda en libros, terapias, y el que fortalece nuestra parte espiritual. Nuestros hijos pueden ser verdaderos maestros si podemos reconocer nuestra parte de responsabilidad en lo que sucede con ellos, o a través de ellos, entonces podremos llamarles nuestro espejo.
Regularmente, algunos padres sienten rechazo hacia los hijos, la primera razón es su condición humana, ya que el padre lleva una historia personal, con limitaciones, miedos, conflictos, necesidades insatisfechas, y a veces, por razones muy simples o muy complejas. Los rechazos más comunes hacia los hijos son: por ser del sexo opuesto del que el padre deseaba, ser el patito feo de la familia, el hijo diferente a los demás, el que nació cuando no se deseaba, etc. Esto puede dar pie a la sobre protección, intentando disminuir un poco la culpa que nos provoca el sentimiento de rechazo.
En ocasiones intentamos cambiar al hijo, ya sea que le imponemos que estudie cierta carrera o haga cierta actividad que al padre le agrada, justificando que es lo mejor para el hijo, ahí es donde se pueden ver los sueños no realizados que tuvo en el pasado y que desea lograr a través de él.
Decidir ser padre es adquirir un compromiso y no una obligación, por lo tanto debería ser una elección voluntaria personal para involucrarse en cuerpo y alma en su formación. Ser padre es la responsabilidad más sagrada que adquirimos en la vida.
Cuando tienes la idea de que tus hijos te deben lo que haces tú por ellos, lo expreses o no, sin lugar a dudas no estás cumpliendo la función de proveerlos desde el alma. Amar a tu hijo significa que puedes sentir y mostrar todos tus sentimientos de amor, aprobación, alegría, así como también tu enojo, desaprobación y tristeza, respetuosa e incondicionalmente. Significa saber cuándo ayudarlo y cuándo dejarlo que se enfrente sólo a las consecuencias de sus actos; significa que entiendes cuándo su alma ha elegido vivir una experiencia y le permites que la viva. Dicho en otras palabras, es estar a un lado del él y no enfrente o detrás. La mejor forma de garantizar ser buenos padres, es ser padres felices, ya que cuando los padres tienen amargura en su vida, la trasmiten a los hijos, porque “nadie puede dar lo que no tiene”.
Expresa tu amor, recuerda cuánto amas a tu hijo y díselo. El poder del contacto físico es muy importante: un abrazo, una caricia, un beso. Cuida tus palabras, no es lo mismo, “todo de ti me desagrada”, en lugar de, “no apruebo tu comportamiento”.

Predica con el ejemplo frente a tus hijos, recuerda que tú eres su principal modelo a seguir


La educación de los hijos es un derecho y una obligación de los padres, tarea diaria y nada fácil; su reto es lograr que se desarrollen y fortalezcan los aspectos físicos, intelectuales, afectivos, espirituales y sociales, los cuales conformaran su personalidad.
Tal vez se plantea la pregunta ¿cómo lograr esto?, la respuesta lleva a considerar la idea de que “los padres son el modelo a seguir para sus hijos”, encontrando que en muchas ocasiones para lograr esto, los padres no cuentan con las herramientas y habilidades necesarias que les permita identificarse como tal modelo.
Hablar de ser un modelo para los hijos, representa el marco de referencia a partir de su propia situación, de las condiciones de vida, de su historia y de su proyecto familiar. Esto no quiere decir que los hijos tengan que ser iguales o que repliquen los mismos comportamientos, o en su caso, alcancen los sueños no cumplidos por sus padres.
Va más allá, implica que la familia como modelo natural de aprendizaje, lleva a los hijos a aprender la manera de responder a las diferentes situaciones, aprende como comunicarse, los valores, costumbres, hábitos, actitudes, cuales son las prioridades, así como las consecuencias de todo ello.
En algún momento la conducta del hijo puede llegar a ser inapropiada, muchas veces esto puede ser el reflejo de alguna conducta inapropiada de los padres. Con esto se quiere decir que las conductas inadecuadas, negativas, aversivas, agresivas, coercitivas, autoritarias, entre otras, no sólo son observadas por los hijos, sino también son aprendidas. Lo mismo ocurre con las conductas adecuadas y positivas.
Aunque no existen modelos ideales de padres, lo más importante en la familia es llegar a ser buenos modelos para los hijos, se destaca la importancia de ser buenos ejemplos para ellos, ya que los padres son los primeros y principales maestros, y se quiera o no, los hijos aprenden lo que los padres les enseñan con nuestro actuar, por lo que, no se puede tomar a la ligera, se tiene la responsabilidad de hacerlo bien.
Acá les dejos un artículo relacionado:
http://www.univision.com/noticias/educacion-primaria/como-ser-el-mejor-ejemplo-para-tu-hijo

viernes, 20 de mayo de 2016

Qué significa DE TAL PALO, TAL ASTILLA???

Significado explícito (explicación literal):

De un palo se puede desprender una astilla, la cual tendrá las mismas características del palo: color, textura y dureza. No puede ser de otra manera.


Significado implícito (mensaje o enseñanza):
Este refrán se usa cuando queremos señalar al hijo/hija por alguna características heredada o aprendida de su padre o madre. Podríamos referirnos al parecido físico o a sus hábitos.

Éste refrán se puede utilizar de forma positiva o negativa. Aunque, al parecer se utiliza más de forma negativa. Veamos algunos ejemplos:


Ejemplo 1. Se utiliza de manera negativa:

—El hijo de Don Roberto es muy fiestero, igual que él cuando era joven.
De tal palo, tal astilla.


Ejemplo 2. Se utiliza de manera negativa:

El hijo del mecánico me habló con muchas palabras vulgares.
¿Y qué esperabas? De tal palo, tal astilla.



Ejemplo 3. Se utiliza de manera positiva:

Oiga vecino, su hijo resolvió el juego muy rápido, ¡es muy inteligente!
¡Claro que lo es, es mi hijo! ¡De tal palo, tal astilla!


Ejemplo 4. Se utiliza de manera positiva:

Martha. —¡Yolanda, tu bebé es muy linda!
Yolanda. —¡Ah, claro! ¡De tal palo, tal astilla!


Bienvenidos a mi blog

Bienvenidos a todos, espero les sirva la información y les ayude en la formación de sus hijos y así tener hombres de bien en el futuro.
Debemos tener en cuenta; qué modelos somos para nuestros hijos.
Acá les dejo un vídeo.